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Vie, Mar

El sábado 23 de abril, en la Octava de Pascua y víspera de la fiesta de la Divina Misericordia, el diácono José Miguel Villaverde Salazar fue ordenado sacerdote, de manos de Monseñor Oscar Vicente Ojea, Obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina.

Fue una celebración cargada de significado, no sólo por el tiempo transcurrido desde la última ordenación en la Sociedad de San Pablo de Argentina, sino también porque se desarrolló en un sector donde los Paulinos han venido prestando, desde hace algunos meses, su servicio de animación pastoral. Se contó con la participación de variadas representaciones de las distintas parroquias y capillas de la zona, quienes asumieron plenamente la organización litúrgica y la animación del festejo que hubo después. También estuvo entre los concelebrantes uno de los obispos auxiliares, prueba de la estima y la confianza que ha generado en trabajo pastoral que se viene haciendo. Y obviamente, también participaron en presencia directa y por medio de los dispositivos electrónicos, los miembros de la Familia Paulina, familiares y amigos del ordenando, uniendo todos unánimes sus voces de alabanza a Dios por este nuevo ministro.

Como lema de ordenación José Miguel escogió “Sus heridas nos han sanado”, lo cual sirvió de base para referirse en diferentes momentos a la frase del papa Francisco “Miserando atque eligendo”, poniendo en evidencia el don gratuito de la vocación y la triple responsabilidad del sacerdote: santificar, evangelizar y guiar al pueblo de Dios, no por mérito propio, sino por pura gracia.

También en los distintos momentos que acompañaron la ordenación se puso de manifiesto la misión del sacerdote editor, como lo quería don Alberione, con una mirada atenta a las necesidades del tiempo y plena adhesión al proyecto evangelizador que inició María al dar a la humanidad el Verbo encarnado.

El domingo 24, en un ambiente más paulino, pues era la capilla de las Hijas de San Pablo de Nazca, el P. José Miguel pudo celebrar su primera Misa solemne. Fue un momento rico en gestos y evocaciones, haciendo brotar de modos diversos la necesidad de seguir trabajando por la unidad en la Familia paulina y por salvaguardar la frescura del carisma heredado del Fundador.