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Thu, Mar

A propósito de que en nuestros ejercicios espirituales de este año reflexionamos sobre la primera rueda del carro paulino — llamada por alguno como vida espiritual, otros como vida de oración, santidad, espíritu, todos nombres dados así por el padre Alberione—, me gustaría compartir con ustedes algunas líneas. No les propongo respuestas, sino algunas interrogantes que me planteo como aspirante — así se nos ve a los juniores muchas veces por parte de algunos profesos perpetuos; aunque otros ya nos consideran verdaderamente consagrados religiosos desde la primera profesión y, en efecto, así lo es—.

Primero, y cada vez se hace más frecuente, se llama a la primera rueda, espiritualidad o vida espiritual. Pero la vida espiritual no es una rueda; todas las ruedas hacen parte de la espiritualidad. El modo de orar, el sentido de la oración, la fuerza apostólica, la comunión fraterna, todo está marcado por la vida espiritual.

Y es que —y de hecho por eso está tan estigmatizada la vida espiritual—, se la confunde con el espiritualismo, el espiritismo o, incluso, con el beatismo —la gente que devotamente se acerca a decir oraciones—. Otras veces no se sabe distinguir entre moral y vida espiritual, ni cuáles son los límites entre la una y la otra. Vida espiritual es el motor que impulsa a toda persona a obrar de una u otra manera; para el cristiano, la vida espiritual es vivir a Cristo, es llegar en él a completar la imagen perfecta de Dios, o, como dice san Pablo, dejar morir el hombre viejo para que viva el nuevo (cf. Ef 4,22-24). 

Segundo, algunos prefieren llamarla santidad —el mismo Alberione la usa en AD n. 100—. En estos últimos años en que está aún en auge la Exhortación apostólica del Papa sobre la Santidad, “Gaudete et exsultate”, se llega a la tentación de usar la palabra santidad para “entrar a la moda”. Pero, así como en el caso de la vida espiritual, la santidad es la meta de todo cristiano, porque no contemplaremos el rostro de Dios si nuestras vidas no son santas. Y las ruedas del carro paulino no son un fin, sino un medio; sí, incluso el apostolado es un medio por el que alcanzamos la perfección cristiana. 

Tercero, y a esta me uno yo, se la prefiere llamar piedad. Aunque esta palabra podría ser confundida con el pietismo religioso, es la que más veces usó el padre Alberione y a la que da algunas explicaciones del porqué la usa. Él, en “Appunti di teología pastorale”, dice que la piedad no son obras muertas y externas, sino la exteriorización de una vida interior; critica, además, a quienes ven con malos ojos a la piedad, como un adorno de la vida del creyente. La vida de piedad me empuja a querer a estar con él (cf. Jn 1,39), para descansar (cf. Mc 6,31), para contemplarlo (cf. Lc 9,28-32), para aprender de él, para nutrirme de él (cf. Jn 6,68).

Ahora bien, las anteriores premisas no son sino algunas bases para interrogarme, no si mi vida de oración corresponde con mi vida de creyente, sino sobre el sentido de la vida paulina (de ahí la mención de la vida espiritual, la santidad, el apostolado, el estudio, la piedad). Muchos dicen que el paulino se hace en la misión (y con misión imagino yo que se entiende escribir libros o, simplemente, producir dinero), pero, ¿es la misión, el hacer, toda la vida del paulino? Considero que muchos colaboradores de nuestro apostolado hacen más que nosotros en este campo, siendo incluso más expertos.

¿Es la sola vida de oración? Esta, dice el padre Alberione, es nuestra principal tarea, pero no la única, al menos no para aquellos que aún tienen energías y pueden hacer más por las almas. ¿Es el tener como patrocinio al apóstol Pablo? Muchos en la Iglesia tienen al apóstol Pablo, y seguramente lo conocen aún más que nosotros. ¿Es la cultura de la comunicación? Lastimosamente cada día quedamos más “en pañales” delante del espectro comunicativo, incluso en la Iglesia. ¿La fe? Hay muchas formas y estados de vida seguramente más atrayentes que la paulina y a la que se puede dedicar la vida a Dios.

Bueno, quizás algunos, malamente, se dan buena vida como paulinos, y dedican algo de tiempo al apostolado. Tal vez esto motiva a muchos a ser paulinos, sobre todo cuando hay tantas escaseces en el mundo hodierno, así como lo hubo en otros tiempos; como se solía decir: “la vita in convento è dura ma la pagnotta sicura”.   

Entonces, ¿qué hace de especial la vocación paulina? ¿Qué me motiva a quedarme en la Sociedad de San Pablo y decir que a esto quiero dedicar mi vida entera? Yo tengo mi propia respuesta, pero al inicio les prometí que no daría conclusiones sino interrogantes. Ojalá otros puedan compartir sus propias respuestas en la caja de los comentarios.

* Anderson Mendoza é discípulo paulino de la Venezuela.

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March 28, 2024

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March 28, 2024

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