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Mar, Abr

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La oración en la Biblia y en la historia de la Iglesia

La primera mención de la oración en la Biblia se encuentra en Génesis 4,26: “A Set le nació también un hijo y lo llamó Enós. Por entonces se comenzó a invocar el nombre del Señor”. Desde entonces, las menciones del ejercicio de la oración han sido abundantísimas en toda la Palabra de Dios: “Nada menos que cuatrocientas veces –decía el beato Santiago Alberione– se repite en la Biblia el mandato de orar” (Espiritualidad Paulina p 284).

Efectivamente, son innumerables las veces en que la Biblia presenta situaciones y momentos de oración: desde los Patriarcas (cfr. por ejemplo Gn 18,23-33; Ex 32,11-12) a los Profetas (cfr. Jer 14,7-8); 20,7-18), pasando por Salomón (1Re 8,10-16), Ezequías (2Re 19,15-16, Esdras (Esdras 9,6-15), etc.

Los Evangelios, especialmente el de Lucas, nos dicen que Jesús solía retirarse a rezar al Padre, sobre todo en los momentos más importantes de su ministerio. “Muy de mañana, cuando aún estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde rezaba” (Mc 1,35). “En aquellos días sucedió que salió al monte a orar y continuó toda la noche en oración a Dios” (Lc 6,12). “Multitudes de personas venían a escucharlo y a ser curadas de sus enfermedades. Pero Jesús se retiraba a menudo a lugares solitarios y oraba” (Lc 5,15-16). Ore por Pedro (Lc 22,32), por los suyos (Jn 17,9), por los futuros discípulos (Jn 17,20), incluso por los verdugos (Lc 23,34), y continúa orando por los suyos en la gloria (Rm 8,34; Hb 7,25). Con insistencia invita a sus discípulos a la oración y él mismo les enseña a orar (Mt 6,9-10; Lc 11,2-3), con fe (Mt 17,19-20; Mc 9,23), humildad (Lc 18,9-14), perseverancia (Lc 11, 5-8) y confianza (Lc 11, 9), asegurando que escuchará a quien se dirija a él (Mt 7,7-8; 18,19; 21,22; Mc 11,24; Lc 11,9; Jn 14,13-14; 15,7.16; 16.23-24).

Y sabemos que Dios escucha y responde a nuestras oraciones (cfr. Sal 34,17; Sal 91,15); “Les digo, además, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en el cielo” (Mt 18,19).

Los discípulos de Jesús comprendieron la importancia de reunirse para la oración de intercesión por las necesidades de la comunidad: “Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y con sus hermanos”. (Hch 1,14). Posteriormente, en el mismo libro de los Hechos de los Apóstoles encontramos a la Iglesia orando incesantemente por Pedro (cfr. Hch 12,5).

También san Pablo recomienda la oración en todo momento (Rm 1,10; Ef 6,18; Col 1,9; 4,2; 1 Ti 3,8; 2 Ti 1,3.11) como intercesión, acción de gracias y súplica (Fil 4,6; 1Tm 2,1). Estas son algunas de las muchas citas posibles.

A lo largo de la historia de la Iglesia, esta convicción siempre se ha mantenido viva y los ejemplos serían infinitos. “Ruego, pues, lo primero de todo –escribe san Pablo a Timoteo–, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por toda la humanidad... Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos que los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos (1Tm 2,1-5).

 

 

El Apostolado de la Oración

El 3 de diciembre de 1844, por iniciativa del jesuita P. Francesco Saverio Gautrelet, como propuesta de espiritualidad apostólica a un grupo de escolásticos (seminaristas) de la Compañía de Jesús en Vals, cerca de Le Puy, en Francia, nació “El Apostolado de la Oración”, que luego tuvo gran impulso por obra de otro jesuita, el P. Enrico Ramière.

Los jóvenes jesuitas de Vals escuchaban con entusiasmo a los misioneros que volvían de su ministerio, especialmente de la India, lo que no obstante provocaba en ellos desánimo y pesimismo, comparando tanto heroísmo con su propia vida monótona y árida. El P. Gautrelet propuso entonces a los jóvenes un modo de superar el sentimiento de frustración, convirtiéndose en apóstoles y misioneros en su vida normal y corriente. ¿Como? Uniendo a Cristo todo lo que hacían durante el día, a través de la oración.

Así nació “el Apostolado de la Oración”, que proponía a todos los cristianos colaborar en la obra redentora de Jesús con la oración y el ofrecimiento del día, comprometiéndose a estar disponibles para Cristo en el cumplimiento de sus deberes diarios, en su caso especialmente, los deberes de estudiantes.

Rápidamente se extendió a los diversos estratos de la Iglesia y a finales del siglo XIX existían ya en Europa, y fuera de ella, 35.000 centros locales (parroquias o institutos religiosos) con más de 13 millones de miembros repartidos por todo el mundo.

Hoy el Apostolado de la oración está presente en todas partes –98 países– y tiene al menos 45 millones de inscritos; se estima que cien millones de personas practican el Apostolado de la Oración. El papa Francisco, el 27 de marzo de 2018, estableció el Apostolado de la Oración –hoy llamado “Red Mundial de Oración del Papa”– como obra pontificia, con sede social en el Estado de la Ciudad del Vaticano.

 

El apostolado de la oración en la tradición paulina

Entre estos inscritos estaba también el joven Santiago Alberione, que en 1953 concluía sus manuscritos recogidos en Abundantes divitiae gratiae suae, agradeciendo al Señor las abundantes riquezas de su gracia recibidas, “especialmente el apostolado de la oración” al que estaba inscrito desde 1902.

Es lógico que para un espíritu misionero por naturaleza, como era el del joven Alberione, esta propuesta resultara sumamente atractiva y entusiasmante. Este espíritu lo vivió profundamente en primera persona, y no dudó en introducirlo también en sus fundaciones. Prueba de ello es la presencia de la oración “Corazón divino de Jesús” entre las oraciones que rezan cada mañana los paulinos y paulinas. Luego, como era costumbre en él, hizo algunos ajustes para adaptarlo al espíritu del carisma particular; pero sigue vigente en el libro de Oraciones de la Familia Paulina.

Se sabe el valor que tuvo siempre la oración en la vida y en la obra del beato Santiago Alberione. Y no una oración genérica, sino una oración apostólica. Siempre fue consciente de la necesidad de apoyar la acción apostólica en el espíritu de oración. “Considerando la inmensidad de nuestras tareas –afirmaba el Fundador en 1960–, nos sentiríamos oprimidos si no tuviéramos fe en la misión que Dios nos ha confiado. Por tanto, el primer medio: la oración, que proceda de una gran fe” (UPS III p. 209). Las Pías Discípulas del Divino Maestro nacieron precisamente de esta necesidad de oración para sostener el apostolado de las ediciones.

Todos sus hijos e hijas camino de la canonización se distinguieron por el espíritu de oración: Timoteo Giaccardo, Maestra Tecla, Madre Escolástica; el Hno. Andrés Ma Borello, Mayorino… Todos ellos unieron a la oración intensa el espíritu de “reparación”, tan valorado e inculcado por el Fundador.

Porque “la energía espiritual es gracia”, el P. Alberione estaba convencido de que “aun cuando en nuestra imprenta estuvieran todas las máquinas perfectas, pero faltara la electricidad, las máquinas, por hermosas y nuevas que fueran, serían inútiles. ‘¡Pero si es un cable tan pequeño que casi ni se ve!’. Bueno, ¡intenta prescindir de él, si puedes!” (Ejercicios y retiros I p. 110).

La importancia de este apostolado de la oración la expresaba ya el Fundador en 1947 al afirmar: “El apostolado de la oración precede al Bautismo, las conversiones y las alcanza. Todos tenemos el deber de este apostolado... Todos pueden rezar por la conversión del mundo. Nuestra palabra puede estar muerta, si no hay gracia que la vivifique” (Appunti meditazioni… Ipsum Audite I p 45). Así el P. Alberione pudo decir sin titubeos: “No se merece el nombre de religioso, y de hecho no lo es, quien no pone la oración en primerísimo lugar... Dejar la oración para hacer obras es un ruinoso repliegue. El trabajo realizado a expensas de la oración no nos beneficia ni a nosotros ni a los demás; porque quita lo que se le debe a Dios” (UPS II p. 9).

Por tanto, se puede decir que el apostolado de la oración es el más importante de todos los apostolados. Además, junto con el de la reparación, tiene una ventaja sobre otras formas de apostolado: es el que todos y siempre pueden hacer, porque “entre los apostolados, el más simple y fácil es el de la oración” (Prediche... 5 p 69). Otro valor importante es que todas las demás diversas formas de apostolado pueden terminar inexorablemente por varias causas, por edad, por enfermedad... El apostolado de la oración se puede hacer siempre, hasta el último instante de la vida.

 José Antonio Pérez, ssp

 

 

Agenda Paolina

30 Abril 2024

Feria (bianco)
S. Pio V, papa
At 14,19-28; Sal 144; Gv 14,27-31a

30 Abril 2024

* SSP: 1947 arrivo in Colombia • FSP: 1967 a Concepción (Cile) • SJBP: 1974 a New Manila - Quezon City (Filippine).

30 Abril 2024SSP: Fr. Masahiro Tsuruda (2019) - D. Peter Adalbert Scholz (2021) • FSP: Sr. M. Tecla Cutrini (1960) - Sr. M. Salvina Pipus (2008) - Sr. M. Loreta Scano (2020) - Sr. Doris Rodrigues (2022) • PD: Sr. M. Andreina Lobina (2022) • IGS: D. Ugo Antonucci (1991) - D. Giovanni Marceddu (2020) • ISF: Maria Viviani (2012).

Pensamentos

30 Abril 2024

Ci vuole tutto: la mentalità di Gesù Cristo, la sentimentalità di Gesù Cristo, la volontà di Gesù Cristo in noi. Se vi è solamente una parte, Gesù non vive in noi, come se mettete un candeliere sull’altare che abbia un solo piede, non sta su (APD56, 271).

30 Abril 2024

Se necesita todo: la mentalidad de Jesucristo, la sentimentalidad de Jesucristo, la voluntad de Jesucristo en nosotros. Si hay solo una parte, Jesús no vive en nosotros, como si ponen en el altar un candelabro que tiene un solo pie, no se sostiene (APD56, 271).

30 Abril 2024

It requires everything: the mentality of Jesus Christ, the sentimentality of Jesus Christ, the will of Jesus Christ in us. If there is only one part, Jesus does not live in us, as if you put a candlestick on the altar that has only one foot, it does not stand (APD56, 271).