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Vie, Mar

Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios,
a que presentéis vuestros cuerpos, como sacrificio, vivo, santo, agradable a Dios;
este es vuestro culto espiritual.
Y no os amoldéis a este mundo,
sino sean transformados mediante la renovación de su mente,
para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios,
qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto
(Rm 12,1-2).[1]

 

El tema del XI Capítulo general está tomado de lo que tradicionalmente se considera el comienzo de la gran segunda parte de la Carta a los Romanos, la sección parenética o exhortativa (caps. 12-15). El carácter exhortativo de Romanos no se limita a esta “sección parenética”, pues la exhortación constituye la estructura argumental de toda la Carta. Particularmente Rm 12 exhorta a vivir una vida nueva, exactamente opuesta a la descrita en 1,18-32.[2]

Hoy la mayoría de los estudiosos acepta que Romanos se dirige a los explícitamente designados como destinatarios, es decir, a las gentes de las naciones (τὰ ἔθνη: 1,5.13; cf. 15,14-16), no obstante la obsesión exegética de entender a los romanos no judíos como cristianos judíos y gentiles. Pablo escribe la Carta probablemente en Corinto, hacia los años 55 o 56, cuando se preparaba para llevar a Jerusalén la colecta que había hecho entre las naciones con el fin de ayudar a los pobres entre los santos (15,25-26). Escribe a gente que él no conocía, comunidad que él no había fundado,[3] para, entre otras cosas, conquistar el apoyo de esta tarea en Jerusalén, ya que su “oficio sacerdotal” era presentar la oferta de todas las naciones a Dios, entre ellas la de quienes residían en la capital del Imperio. Después pretendía llegar a España, ciertamente con la ayuda de los hermanos de Roma.

Otro objetivo de la Carta era aclarar a los romanos la dinámica de la acción de Dios en la historia, sobre todo en relación a los judíos que habían sido expulsados de Roma por el emperador Claudio (probablemente el año 49) y que, al regresar tras el permiso de Nerón, eran objeto de desprecio por parte de los romanos.[4] Pablo quiere advertir a éstos contra la lógica imperial perversa y venenosa, que empezaba a dominar entre los seguidores de Jesús no provenientes del judaísmo, como si las decisiones del Imperio imprimieran en la esfera divina la suerte de las personas haciéndolas elegidas o malditas.[5] Ello comportaba el riesgo de que la lógica del “evangelio del imperio” dominara en la comunidad de los seguidores de Jesús. Pablo encamina a los romanos al Evangelio de Jesucristo, que implicaba nuevas relaciones a partir de una nueva mentalidad. Exhorta por tanto a solidarizarse y entrar en comunión con los judíos que eran menospreciados y ridiculizados.

 

Un nuevo culto, racional

En 12,1 Pablo exhorta a los romanos a dar un culto “racional”, o sea, “lógico” (espiritual), según la razón. Este culto o “servicio” consiste en considerar las misericordias de Dios[6] y ofrecer los propios cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Las misericordias de Dios indican la estrategia divina, desde la elección del fiel Abrahán (el padre común de los judíos y de las naciones), hasta su designio de hacer que los judíos tropezaran para incluir a todas las naciones en la obediencia a la fe (cf. 9,32-33; 11,22-23.25-32). Son misericordias que se muestran en la historia y tienen en la resurrección del Hijo el punto culminante para inaugurar la historia de la gracia concedida por Dios, que no solo resucitó al Hijo sino que lo “constituyó Hijo de Dios en poder según el Espíritu de santidad” (1,4).[7]

El Hijo de Dios establecido en poder por el Padre abría la perspectiva de una vida nueva, que exigía también un nuevo tipo de sacrificio. Ya no se trataba de ofrecer en sacrificio cuerpos muertos de animales, sino de ofrecer a Dios la propia vida en su dinámica concreta de relaciones. A esto aluden los cuerpos (σώματα), la corporalidad, el ser humano construyéndose mediante las relaciones comunitarias y sociales.[8] La palabra “cuerpos” está relacionada con “mente”, “modo de pensar” (νοὸς) del versículo siguiente, lo que lleva a pensar en la persona en su totalidad, pues un nuevo servicio o culto exterior (comportamiento) implica una nueva realidad interior (mentalidad). Glorificar a Dios con el propio cuerpo (1Cor 6,20) es, además, exigencia ética para los que adoran en espírity y verdad (cf. Jn 4,23-24).

Acerca del lenguaje litúrgico o cultual usado por Pablo para hablar de un nuevo comportamiento, conviene recordar que, antes de Claudio, el emperador Augusto se presentaba como la piedad personificada, con imágenes que lo exhibían con toga y en actitud de ofrecer sacrificio. La propaganda imperial romana simplemente escondía la injusticia y la barbarie del predominio con la imagen del emperador piadoso que sacrificaba a los dioses. La indicación de Pablo a los no judíos de la ekklesia romana a presentar los própios cuerpos en sacrificio al Dios de las misericordias implica abandonar la identificación de la piedad con el poder y el privilegio, implica mirar a los judíos ridiculizados y considerados “flojos”, aceptando también ser considerados “impíos” a los ojos del imperio, pues la verdadera impiedad es la descrita en 1,18-32. La auténtica piedad pasa, pues, por el nuevo culto racional.[9]

Este culto racional, no movido por criterios mágicos o fantasiosos, es la respuesta que se espera de quien se encuentra con el Dios de las misericordias, que en Jesús se revela plenamente y santifica con el don del Espíritu. Respuesta que, en el ámbito de los cuerpos, se traduce en una batalla por la justicia: “No pongáis vuestros miembros al servicio del pecado, como instrumentos de injusticia; antes bien, ofreceos a Dios como quienes han vuelto a la vida desde la muerte, y poned vuestros miembros al servicio de Dios como instrumentos de la justicia” (6,13). Este es, después de todo, el sentido del “sacrificio vivo” de las naciones alcanzadas por la gracia de Dios y revivificadas por su Espíritu.

Sobre el culto racional, es interesante aún notar el uso que Pablo hace del lenguaje sacrificial en otros lugares, como: “Os he escrito... en virtud de la gracia que Dios me ha otorgado: ser ministro de Cristo Jesús para con los gentiles, ejerciendo el oficio sagrado del Evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles, consagrada por el Espíritu Santo, sea agradable” (15,15-16); “Si mi sangre se ha de derramar, rociando el sacrificio litúrgico que es vuestra fe, yo estoy alegre y me asocio a vuestra alegría” (Flp 2,17); “somos en todas partes fragancia... incienso de Cristo” (2Cor 2,14-16).

Pablo exhorta al auto-sacrificio, a presentarse a Dios en la materialidad corporal de víctima,[10] no ciertamente en actitud de victimización paralizadora, sino con la conciencia de los daños que “el esquema de este mundo” causa enredando a las personas. Las “víctimas” que se ofrecen a Dios lo hacen en un proceso de renovación de cuerpos, de relaciones materiales comunitarias y sociales, y de renovación de mentalidad, de modo de pensar, según actúa Dios con poder en la flaqueza humana, haciendo vencer el miedo de que la oferta del propio ser pueda desagradar o atraer la ira de Dios (cf. Mal 1,8).

 

No os amoldéis al esquema actual...

No amoldarse a este mundo[11] es reconocer “el momento [decisivo] en que vivimos” (13,11). Se trata de una advertencia en negativo (“no os amoldéis”: μὴ συσχηματίζεσθε) para la exhortación en positivo (μεταμορφοῦσθε) que sigue: “transformaos”. Son dos imperativos, el primero en la voz media o pasiva, y el segundo en la voz pasiva con sentido reflexivo.[12] Pablo está advirtiendo a los romanos a no dejarse modelar, pasivamente, por esquemas ajenos al Evangelio de Jesucristo, propios “de este siglo”, de un tiempo corrompedor que no es el tiempo mesiánico. En definitiva, el Evangelio de Jesús anunciado por Pablo no es el evangelio del imperio... Pero Pablo lo hace no en el sentido de exhortar a distanciarse del mundo, sino de reconocer la transitoriedad del presente en vista de obrar para el tiempo nuevo y eterno: “Los que negocian en el mundo, háganlo como si no disfrutaran de él, porque la representación de este mundo se termina” (1Cor 7,31). Los seguidores de Jesús están en el mundo pero no son del mundo (cf., entre otros pasos, Jn 15,18-27).

 

... sino transformaos por la renovación de la mente

Este “pero/sino” (ἀλλά) indica que no dejarse amoldar o conformar por el esquema de este mundo o de este tiempo significa “dejarse transfigurar” o “transformarse” (μεταμορφοῦσθε). La imagen de la larva pasando a crisálida es tal vez el mejor ejemplo para ilustrar el sentido de este verbo, que en el NT se da solo aquí, en 2Cor 3,18[13] y en el episodio de la transfiguración de Jesús (Mt 17,2; Mc 9,2). Se trata de no adoptar la apariencia externa de este mundo ignorando sus mecanismos internos perversos. Es la exhortación a no dejarse fascinar por el estilo propagado por el imperio de entonces, y por los actuales, como el “orden natural de las cosas” para contentarse con lo de “pan y espectáculos” (aunque esto, sustancialmente, solo haya existido en los teatros de la historia y no se haya dado realmente en la vida del pueblo), o para vegetar en la falta de protagonismo de quien está ciego y sumergido en las fake news (falsas noticias). Las modas, costumbres, hábitos del esquema actual requieren la transfiguración personal, una “metamorfosis”, un proceso que permita cambiar desde dentro para asumir una nueva forma y apariencia, como la informe larva que se transforma hasta asumir nueva forma, nueva figura, llegando a crisálida. En otras palabras, para Pablo, asumir la misma “forma” o “imagen” de Cristo: “A los que Dios había conocido de antemano les predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos” (Rom 8,29).

Es, por tanto, una transformación que no consiste en elementos externos, como por la simple adquisisición de obras o reglas diferentes, sino por la vivencia de la “ley del Espíritu”, el nuevo principio de vida para los fieles. Consiste sobre todo en la renovación de la mente (τῇ ἀνακαινώσει τοῦ νοὸς), es decir la renovación del propio modo de pensar, de reflexionar, de ver el mundo, las personas, las relaciones, renovación que cambia el modo de interaccionar consigo, con Dios y con los demás. Implica, sobre todo, “examinar el propio comportamiento” (cf. Gál 6,4) y las consecuencias de esa conducta. Para usar una imagem de la 1Cor, equivale a asumir una lógica diferente, que no lleva a captar y pensar según teorías de la sabiduría meramente humana, sino según el Espíritu del Resucitado y su poder que se revela en la fraqueza, en la lógica de la cruz que conduce a la vida nueva de la resurrección: “El hombre natural no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo, porque solo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo, mientras que él no está sujeto al juicio de nadie. ‘¿Quién ha conocido la mente del Señor para poder instruirle?’. Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo” (1Cor 2,14-16). Un nuevo modo de pensar va acompañado, así, por el “servir en la novedad del espíritu” (o del Espíritu: ὥστε δουλεύειν ἡμᾶς ἐν καινότητι πνεύματος; Rom 7,6).

La renovación de la mente implica asumir criterios éticos con madurez, superando la obediencia ciega que mantiene en el temor y no abre a las verdaderas relaciones. “No apaguéis el espíritu, no despreciéis las profecías. Examinadlo todo, quedaos con lo bueno” (1Tes 5,20). El discernimiento para saber “lo que es bueno” no es sencillo, implica empeño y comporta riesgos. Pero Pablo prefiere correr riesgos con tal de tener comunidades de seguidores que realicen un real y profundo proceso de transformación y maduración para, al luchar con lógicas nefastas y crueles, asumir la mentalidad de Cristo, “hasta que Cristo se forme en nosotros” (cf. Gál 4,19), expresión paulina tan apreciada por el P. Alberione.

De hecho, la cuestión está en descubrir “lo que es bueno” según la lógica de la vida nueva en el Espíritu (descrita en Rom 8). Son las palabras de Pablo que siguen a las del lema del XI Capítulo general: saber “discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto” (δοκιμάζειν ὑμᾶς τί τὸ θέλημα τοῦ θεοῦ, τὸ ἀγαθὸν καὶ εὐάρεστον καὶ τέλειον). Pablo avisa contra el “esquema de este mundo”, pero no puede ofrecer detalladamente lo que sería el “nuevo esquema para los seguidores de Jesús”. Su exhortación va en el sentido de un estado permanente de apertura mental, de constante discernimiento, no para aceptar qualquier cosa nueva, sino para examinarlo continuamente todo[14] y asumir la actitud del discípulo que aprende siempre del Mestro: “Aprended de mí” (cf. Mt 11,25-30), sacando del “tesoro” de su mente “lo nuevo y lo antiguo” (Mt 13,52). Y ello para que “vuestro espíritu, alma y cuerpo se mantenga sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1Tes 5,23).

Podemos encontrar la indicación de lo que es “agradable a Dios y perfecto” en Rom 14,18-19: en una comunidad en la que los romanos despreciaban y ridiculizaban a la minoría judía con su Ley y costumbres, Pablo exhorta a dejar de juzgarse unos a otros para caminar en el amor, pues la práctica del amor coloca al fiel en posición de honra ante Dios y en posición de aprobación ante las personas (cf. 14,18). Y como la “metamorfosis” es proceso continuo en la vida del fiel, “donde hemos llegado, avancemos unidos” (Flp 3,16), ocupándonos en “todo lo que es verdadero, noble, justo, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, teniéndolo en cuenta” (Flp 4,8), viviendo como “amigos de la cruz de Cristo” (cf. Flp 3,18).

Por lo demás, son varios los pasos que hablan de transformación y renovación provocadas por el Resucitado en el fiel; así 2Cor 4,16.18: “Aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día... ya que no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno”. Y Col 3,9-10: “Os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador”.

 

Hacer camino con los oprimidos

La transfiguración, que significa renovación de la mente y asumir los mismos sentimientos del Señor Jesús en este tiempo presente, la describe también Pablo como “espera ansiosa de la redención de nuestro cuerpo” entre los gemidos y sufrimientos de los “dolores de parto” (o “gemido de la creación” según Rom 8,18-27). Los dones de Dios son irrevocables. También lo son su llamada al pueblo elegido y a todas las naciones. Ya hemos sido salvados en esperanza, por eso nuestro cuerpo aguarda aún la redención, sufriendo con toda la creación como dolores de parto. La vida nueva en el Espíritu abre una nueva dinámica, pero todavía estamos limitados, no somos plenamente libres de los esquemas y lógicas de este mundo. En palabras de N. Elliott, no siempre los cristianos crecen “concienciados del riesgo seductor y del aire ideológico que respiramos”,[15] el aire seductor de la “civilización de la riqueza” que produce miseria, hoy como en la propaganda imperial del primer siglo en Roma. Son como las simientes del Espíritu, muchas de ellas ahogadas por la lógica sistemática del poder y del lucro, que por la fe, así creemos, se trasformarán en frutos de vida en el futuro.

Pablo habla de la actividad de la acción poderosa y renovadora del Espíritu en un mundo que oprime las ansias genuinamente humanas y solidarias, que exalta el poder y descarta a los débiles tras chupar sus escasos recursos, de modo que a veces “no sabemos pedir como conviene” (Rom 8,26) a este Espíritu que viene en socorro de nuestra fragilidad. En efecto, la renovación de la mente es un proceso que induce a revisar también el contenido y la cualidad de nuestra oración.

Transformarse por la renovación de la mente implica oír la voz del Espíritu en el “gemido de la creación”. Con categorías apocalípticas, Pablo anuncia a los romanos del Imperio el “día” venidero y próximo del Mesías, el Señor, con un nuevo orden, un nuevo esquema, una nueva figura del ser humano. Era una historia alternativa a la lógica de la guerra, del dominio y de la “paz con circo”. Toda su exhortación va en este sentido. La “venida inminente” del Señor objetivamente no se dio, y hoy imprudentemente se puede con facilidad encuadrar a Pablo como un fantasioso apocalíptico. Pero “quizás la más importante lección que debemos sacar del apocalipticismo de Pablo es la intuición de que el verdadero futuro del mundo no va a surgir de los proyectos e instrumentos del orden actual”.[16] Al final, lo que Dios realizó en el Hijo Resucitado fue mucho más que aliviar la pena por las transgresiones: inauguró para los judíos y para todas las naciones del Imperio un nuevo dominio, el “reinado de la gracia” (cf. Rom 5,21).

El cómo se manifestaba este reinado de la gracia en el presente de Pablo y cómo se manifiesta en nuestro presente tiene que ver, sobre todo, con el “servicio” racional, el culto agradable a Dios de personas transformadas en las relaciones concretas (“corporales”) a partir de la renovación del modo de pensar y de obrar. No por mérito o poder personal, sino dejando actuar al Espíritu que transforma y renueva. De ahí que para encaminarse al nuevo “esquema” de los tiempos mesiánicos es fundamental oír al Espíritu, pues fácilmente se puede ignorar su voz  en el “gemido de la creación” viviendo por ejemplo “como si los pobres no existieran”, en expresión de J. Sobrino.[17]

“La Carta a los Romanos es el intento de Pablo de contrastar los efectos de la ideología imperial dentro de las poblaciones romanas. Él procura reorientar sus percepciones en torno a una perspectiva escriturística más auténticamente judía, que en el caso significa una perspectiva más comunitaria apropiada a la práctica de una ‘civilización de la solidaridad’ ”.[18] Al escribir a los romanos, como ya dijimos, Pablo se preparaba para ir a Jerusalén a entregar la “oferta de las naciones” a los pobres entre los santos. Es la exteriorización práctica de la exhortación que Pablo hace en 12,16: “Tened la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones de grandeza, sino poniéndoos al nivel de la gente humilde [oprimida]” (τοῖς ταπεινοῖς συναπαγόμενοι). Su campaña de ayuda económica internacional en hacer de los judíos los pobres en Jerusalén apunta exactamente en la dirección del camino que Pablo quiso hacer con los menores, los oprimidos y sufridores, en la dirección de una civilización alternativa, contra la alienación de asumir la ideología del imperio y contentarse con un quietismo político piadoso.[19]

El culto racional de quien se pone en el camino de la obediencia fiel a Dios pasa así por la oferta de sí en el servicio a Dios y a los hermanos, por la renovación de la mente en el crisol del discernimiento, para un esquema nuevo, no de este siglo o tiempo. ¡Quién sabe el esquema que podemos llamar utopía, un “no-tiempo”, una vida digna y justa para las mayorías y para todos, que el Espíritu está engendrando! Es decir la eutopía, el buen lugar, el mundo nuevo donde habitarán los salvados por la obediencia de la fe, los que en el presente hacen camino con los oprimidos y sufridores, sin dejarse dominar por la lógica sistemática dominante que sigue causando víctimas sacrificadas al poder, al prestigio y a la riqueza. La renovación de la mente es la superación constante de los esquemas de un mundo injusto, esquemas que integran otros esquemas en tantos niveles, personales, comunitarios y sociales; superación que se da mediante  una espiritualidad comprometida por la “incorporación”, o sea, que implique las relaciones concretas de los cuerpos y  de las mentes.

En fin, el texto de 1Pe 2,5 —dirigido probablemente hacia finales del siglo Iº a extranjeros e inmigrantes que sufrían preconceptos y malos-tratos por parte de los nativos—, recalca el tiempo nuevo al que ya se refería Pablo: “También vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo”. Para los romanos a quienes Pablo escribió y para nosotros hoy, el nuevo culto agradable a Dios, la transformación por la renovación de la mente, requiere apertura al Espíritu Santo, para que él actúe con poder en nuestra debilidad. De modo que en el tamiz de nuestro discernimiento estén los menores, tanto los judíos de la Roma de entonces (si nos situamos como destinatarios de Romanos), cuanto los refugiados de nuestro tiempo, los millones que hoy mueren de hambre, los excluidos y descartados por la lógica del mercado. Un camino que no se haga con ellos, los menores (Rm 12,16), estará lejos de ser un camino que tenga como principio la vida nueva del Espíritu, la vida de transformación permanente por la renovación de la mentalidad.

 

 

[1]      Texto griego:

Παρακαλῶ οὖν ὑμᾶς, ἀδελφοί, διὰ τῶν οἰκτιρμῶν τοῦ θεοῦ
παραστῆσαι τὰ σώματα ὑμῶν θυσίαν ζῶσαν ἁγίαν εὐάρεστον τῷ θεῷ,
τὴν λογικὴν λατρείαν ὑμῶν·
καὶ μὴ συσχηματίζεσθε τῷ αἰῶνι τούτῳ,
ἀλλὰ μεταμορφοῦσθε τῇ ἀνακαινώσει τοῦ νοὸς
εἰς τὸ δοκιμάζειν ὑμᾶς τί τὸ θέλημα τοῦ θεοῦ,
τὸ ἀγαθὸν καὶ εὐάρεστον καὶ τέλειον.

[2]      Bultmann caracteriza la forma de exhortación utilizada por Pablo en Romanos, común en las iglesias primitivas, como el esquema “antes... pero ahora”, enfatizando la vida nueva dada por el bautismo. Cf. R. Bultmann, Theology of the New Testament, Charles Scribner’s Sons, Nueva York, 1950, p. 105-106.

[3]      No hay datos seguros sobre la fundación y la composición de la comunidad de los seguidores de Jesús en Roma, y no vamos a entrar aquí en tal cuestión. Una de las hipótesis es que algunos “romanos de paso por Jerusalén” en Pentecostés (He 2,10) hayan vuelto y comenzado el primer núcleo de seguidores.

[4]      Desprecio atribuído por W. Wiefel a corrientes antijudaicas en la sociedad más amplia, corrientes que nada tenían que ver con la cuestión del rechazo del “Evangelio” por los judíos (cf. “The Jewish Community in Ancient Rome and the Origins of Roman Christianity”, en K. P. Donfrield, org., The Romans Debate, Hendrickson, Peadbody, 1991, p. 100).

[5]      Cf. N. Elliott, A arrogância das nações: A Carta aos Romanos à sombra do Império, Paulus, São Paulo, p. 219.

[6]      En la propaganda imperial, la clemencia era la indulgencia mostrada por el emperador “benevolente” a sus súbditos indignos. “La clemencia era la práctica de la ‘moderación con un enemigo vencido, supuesto que este no fuera recalcitrante o abominable (...) sino sumiso a la pax romana’ ” (Karl Galinsky, Augustan Culture, Princeton University Press, Princeton, 1998, pp. 82-85, cit. en Neil Elliott, op. cit., Paulus, São Paulo, 2010, p. 183). Nerón, probablemente en el 54 d.C., época en la que Pablo escribió Romanos, trata de mostrar clemencia permitiendo la vuelta de los judíos a Roma. Por tanto, en práctica lo que se veía era la naturaleza parásita de la economía imperial romana, en las instrucciones que daba a un gobernador de provincia recien-nombrado: “¡Tú conoces mis necesidades! ¡Haz de modo que nadie se quede sin nada!” Imposible que Pablo, al presentar a los romanos la auténtica misericordia hallada en el Dios de Israel, no tuviera en mente la real “clemencia” del emperador.

[7]      Es interesante recordar que Nerón había convencido al Senado a conceder al fallecido emperador Claudio honras divinas, de modo que él mismo, Nerón, se convirtiera, como los emperadores anteriores, en divi filius (“hijo de Dios”). Nerón no quiso asociar su vida a la de Claudio, no resaltó su estatus de divi filius, contentándose con permitir a los poetas que le saludaran como “el mismo Dios” (ipse deus: Calpurnius Piso). Cf. Goodman, The Roman World, 44 BC-AD 180, Routledge, Londres y Nueva York, 1997, p. 55.

[8]      Obviamente cabría hacer aquí muchas consideraciones en relación al “cuerpo”, como relacionarlo, por ejemplo, con la naturaleza sensorial del ser humano que le lleva a pecar (cf. Köllner y otros). Recomiendo, al respecto, la lectura de § 3.2 (Soma) de J. Dunn, La teologia dell’apostolo Paolo, Paideia, Bréscia, 1999, pp. 78-84, que propone la idea de “corporalidad”: “Cuando exhorta a los creyentes de Roma ‘a ofrecer vuestros cuerpos en sacrificio’ es claro que Pablo no quiere convencerles de ofrecer brazos y piernas sobre un altar sacrificial. Su exhortación significa sobre todo que deben ofrecerse a sí mismos, como se ve en el texto paralelo [...] 6,13.16 [...]. El equivalente del obsequio de Israel expresado en el sacrificio ritual era su entrega expresada en las relaciones corporeizadas” (p. 81).

[9]      Lo que Pablo llama “culto racional” y “metamorfosis por la renovación de la mente” (asumir un servicio a Dios que sea racional y pasar por un cambio completo desde dentro) son dos ejemplos de su esfuerzo retórico de entrelazar ideas específicamente cristianas con las judaicas y helenistas. Cf. J. P. Sampley (org.), Paulo no mundo greco-romano: um compêndio, Paulus, São Paulo, 2008, p. 556.

[10]    El verbo de contexto sacrificial utilizado (παραστῆσαι) hace pensar en la palabra “sacrificio” (θυσίαν) en el sentido de “víctima sacrificial”.

[11]    Pablo trabaja con el concepto del tiempo mesiánico. El presente (τῷ αἰῶνι τούτῳ, “este siglo”, “esta era”) precede al tiempo mesiánico que está por venir y se contrapone a él por su declive hacia la corrupción.

[12]    Los prefijos de ambos verbos (σύν y μετα) son reflexivos, y en el NT μεταμορφόω siempre aparece en voz pasiva. Las formas verbales indican la dinámica de las acciones en relación con los sujetos: al mismo tiempo empeño personal de los fieles y acción del Espíritu en sus vidas. En cuanto a las raíces de los verbos, hay quien indaga la distinción entre σχῆμα y μορφή. “Esquema” se referiría al aspecto externo, la apariencia, mientras “forma” afectaría al interno. Cabría decir: la forma es el motor del esquema, pero hay cierta artificiosidad en tal distinción.

[13]    “Mas nosotros, con la cara descubierta, reflejamos la gloria del Señor y nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente, por la acción del Espíritu Santo”.

[14]    De hecho, el verbo δοκιμάζειν implica la prueba para la propia experiencia, pudiendo traducirse con “aprended practicando” o “distinguid por la práctica concreta” la voluntad de Dios.

[15]    Neil Elliott, op. cit., p. 304.

[16]    Id, ibid.

[17]    “Extra páuperes nulla salus”. Cf. J. Sobrino, No Salvation Outside the Poor: Prophetic-Utopian Essays, Orbis Books, Nueva York, 2008.

[18]    N. Elliott, op. cit., p. 291.

[19]    La obra de Davina C. Lopez, Paulo para os conquistados: Reimaginando a missão de Paulo, Paulus, São Paulo, 2011, es un ejemplo de trabajo que procura repensar la misión de Pablo como apóstol de las naciones derrotadas y colonizadas.

Agenda Paolina

29 Marzo 2024

Passione del Signore (viola)
Astinenza e digiuno
Is 52,13–53,12; Sal 30; Eb 4,14-16; 5,7-9; Gv 18,1–19,42

29 Marzo 2024

* SSP: 1947 a Santiago de Chile (Cile).

29 Marzo 2024SSP: D. Felipe Gutiérrez (2004) - Fr. Natale Luigi Corso (2014) • FSP: Sr. Teresa Bianco (1995) - Sr. Guglielmina Oliboni (1995) - Sr. Mansueta Chiesa (2005) - Sr. Lucia Migliore (2007) - Sr. Carla (Clelia) Ferrari (2012) - Sr. Mary Bernadette Fitzgerald (2020) - Sr. Maria Carmen Conti (2020) • PD: Sr. M. Cornelia De Toffoli (1996) - Sr. M. Veritas Montecchio (2017) • IGS: D. Michele Sarullo (1993) • IMSA: Giuseppina Sanfilippo (2009) - Rosetta Budelacci (2022) • ISF: Egidio Pitzus (1997) - Giovanni Sticca (1997) - Antonietta Turco (1997) - Isabel Sabugo (2002) - Giovanni Italiano (2011).