Desde sus orígenes (como movimiento histórico en la Iglesia), la esencia de la vida consagrada (VC) era clara para los Padres del Desierto. Simplemente querían vivir su alianza bautismal de una manera radical. El segundo momento de su reflexión fue sobre los cuatro fundamentos indispensables, sobre los cuales pretendían edificar sus vidas para poner en acción su proyecto de consagración. Lo que da sentido a estos fundamentos constituye la esencia misma del VC, es decir, la alianza del bautismo vivida en radicalidad. Estos fundamentos son: la experiencia de la primacía de Dios en la vida del consagrado expresada a través de la consagración religiosa; la misión profética en la Iglesia; la vida fraterna en la comunidad; la profesión pública de la consagración religiosa. Una consecuencia de este deseo de vivir la primacía de Dios en la vida del consagrado es que dicho compromiso es para toda la vida. Es radical. Este concepto de “permanencia hasta la muerte” es difícil de comprender para algunos jóvenes religiosos y para los formandos, porque no perciben signos de permanencia y estabilidad en nuestra sociedad actual. Todos los formandos conocen a parientes divorciados, o sacerdotes o religiosos que abandonan sus compromisos. Los formandos no tienen referencias claras de permanencia y compromiso de por vida. Además, algunos teólogos presentan una forma de VC temporal como una posible alternativa a la VC en la Iglesia posmoderna. Evidentemente: esta opinión aún no ha sido aceptada entre los mismos teólogos de la VC, mucho menos por la jerarquía de la Iglesia. La convicción que la VC es libremente asumida para toda la vida sigue siendo aún hoy  la más aceptada.

En la Sociedad de San Pablo hay un número considerable de abandonos de juniores y profesos perpetuos de pocos años de haber hecho esa opción definitiva, así como de sacerdotes recién ordenados. Es necesario analizar estas deserciones con un realismo sano, sin culpar ni acusar directamente a nadie, o buscar el clásico “chivo expiatorio”. Es importante analizar las causas principales de estos abandonos. Este fenómeno lo vemos en todas las zonas geográficas donde nuestra Congregación está presente.

Debe quedar claro que no siempre se trata de crisis afectivas, las que a menudo, son el resultado de una decepción remota causada por una vida comunitaria incoherente. La distancia entre lo que se propone a nivel de valores y lo que realmente se vive puede incluso conducir a una crisis de fe.

Dos aspectos de nuestra vida comunitaria merecen una atención especial pues influyen en la formación:

  1. a) La gran cantidad de actividades exageradamente urgentes crean el peligro de no permitir a la persona una vida espiritual firme y capaz de nutrir y sostener el deseo de vivir en fidelidad la VC.
  2. b) En algunas circunscripciones existe un aislamiento casi total de los juniores en comunidades predominantemente de ancianos y/o enfermos que encuentran dificultades para entrar en un estilo de espiritualidad, de oración, de actividades apostólicas según las exigencias de la nueva evangelización. Esto lleva a disminuir la esperanza de los jóvenes en una buena perspectiva de vocación. Esta frustración causa a menudo, que el junior vea como único camino posible abandonarnos.

Toda petición de abandonar la comunidad debe ser una oportunidad para preguntarse seriamente sobre las responsabilidades de toda la comunidad y, en particular, los superiores y formadores en los varios niveles. No es casualidad que entre los principales motivos de abandono se pongan de relieve: una vivencia comunitaria de la fe muy débil, así como conflictos en la vida fraterna o el tenor de esta vida fraterna tan decepcionante, que no constituye “una escuela de expertos en humanidad” (Paulo VI); y podemos añadir la constatación de proponer una formación plana, sin el color paulino que no atrae y motiva a nadie. También está el hecho de que hoy en día las opciones vocacionales son frágiles y a menudo se basan en motivaciones que son incompatibles con la VC. El Papa Francisco hablando con seminaristas, novicios y novicias, les decía: “No os reprocho a vosotros, reprocho esta cultura de lo provisional, que nos golpea a todos, porque no nos hace bien, porque una elección definitiva hoy es muy difícil.… En esta época no es fácil una elección definitiva. Somos víctimas de esta cultura de lo provisional”.  (6 de julio de 2013)

P. José Salud Paredes