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Thu, Apr

Experimentar el llamado de Dios en nuestras vidas es un regalo que otorga el buen Dios a sus hijos, pues bien dice el apóstol Pablo a los Romanos: “Y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los hizo justos…” (Cf. Rm 8,31).  De la misma manera que un niño atiende presurosamente el llamado de su madre, así mimo es Dios cuando llama, Él toma la iniciativa, pero espera la respuesta libre de su creatura, respuesta que deberá traducirse en frutos de bondad y amor; es en este sentido un acto comunicativo que implica un mensaje, un mensaje que alienta, que transforma y que libera.

Pero ¿Cómo saber que Dios me llama?... El Joven Samuel es la fiel muestra que Dios llama y sigue llamando en la cotidianidad de la vida, aún cuando dorminos, saber que es en el silencio de la vida donde su voz se hace más elocuente.

“El niño Samuel oficiaba ante el Señor con Elí. La Palabra del Señor era rara en aquel tiempo, y no abundaban las visiones. Un día Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos empezaban a apagarse, y no podía ver. Aún ardía la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios…”

En este contexto, se puede experimentar que Dios actua en la historia del hombre, aún cuando éste no está en el ambiente más adecuado, en fin , Dios hace su elección… sigamos: “…El Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy.» Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.» Respondió Elí: «No te he llamado; vuelve a acostarte.» Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel. Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.» Respondió Elí: «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.»

La inocencia de un niño que se apresura ante un llamado con características propias, a Samuel Dios lo llama por su nombre al igual que a Moises ante la zarza ardiente “"¡Moisés! ¡Moisés! Y Moisés contestó: "Heme aquí" (Ex.3,4).

“…Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la Palabra del Señor. Por tercera vez  llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.» Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo escucha."» Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes: «¡Samuel, Samuel!» Él respondió: «Habla, que tu siervo escucha.»

Cuando existe una respuesta libre de prejuicios, libre de nostalgias y capaz de permanecer ante los avatares de la vida podremos decir  entonces como Samuel… «Habla, que tu siervo escucha.». Se trata de un convencimiento que supera nuestras fuerzas y que se hace fuerte en medio de nuestras debilidades; así lo expresa la canción vasijas de barro en una de sus gloriosas estrofas: “En la fuerza y saber nos eligió, en nosotros su mirada se posó, él nos eligió en nuestro pobre corazón, para ser testigos de su amor…” que a su vez tiene su fundamento biblico en la segunda Carta a los Corintios: “Pero el me dijo: mi gracia te basta, pues mi fuerza se realiza en la debilidad” (Cf. 2Cor 12,9).

“…Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse; y todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel era profeta acreditado ante el Señor. El Señor continuaba manifestándose en Siló. Allá se revelaba a Samuel por medio de su Palabra”

Ser llamados no lo es todo, este llamado se hace vivo, se hace presente en cada acontecimiento de la vida; Dios no deja de comunicar su amor a los hombres, Dios se comunica en el amor de su Hijo y en la protección de su Espíritu.

El beato Santiago Alberione, fundador de la Familia Paulina escribía en una de sus reflexiones de 1959: “La alegría es fácil para todo el que posee el verdadero, práctico y concreto sentido de la vida. Eliminar, pues, los deseos inútiles; actuar generosamente en la linea de la propia vocación y el particular en el propio oficio; no dejar espacio a lagunas y a pensamientos fantasiosas, a inútiles quejas, a sentimientos vacios; caminar siempre por la calle central, a la luz del sol; contentarse con lo poco y gozar de todo; vivir cada día la profesión liberadora; esperar el dolor como a un amigo, amándolo como signo de predestinación; ¡amar a Dios y fiarse de Él!; conectar lo temporal con lo eterno, abrazando la humanidad y la eternidad en una línea circular que tenga a Dios por centro; siempre para su gloria y para la paz de los hombres. Ésta es la verdadera alegría.” (CISP,p.281)

Hemos sido llamados para comunicar el amor de Dios a los hombres, no dudes del poder comunicador que posee tu vocación, no solo religiosa, sino la vocación más hermosa… la vocación a la vida.


* Miguel Ángel Arellanos è chierico temporaneo della comunità di Bogotá, Colombia

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